Es fin del año. Quisiera escribir de una de mis mejores amigas que se tuvo que ir.
Cuando tenía entre 11 y 14 años, estaba en mi fase Facebook. Nada más que en este entonces, los 1960's, no había Facebook. Entonces, lo que buscaba y tenía, eran muchas amigas (y algunos amigos) por correspondencia. Estaban regadas por todo el mundo - Inglaterra, Islanda, Finlandia, Sudáfrica, Estados Unidos, Túnez. Había organizaciones que promovían este tipo de intercambio. Cada semana mandaba y recibía cartas, escritas a mano.
En algún momento, me topé con un anuncio en una revista dirigida a adolescentes: Chica rumana busca amigas por correspondencia. Seguramente decía la edad, pero no me recuerdo. Contesté. Después de varias semanas me llegó una carta muy amable, diciendo que le habían llegado tantas cartas, que no podía ser amiga de todas, pero que había distribuida las direcciones entres sus compañeros de la escuela. Luego me enteré que toda esta correspondencia se había conducido a través de parientes en el oeste. Rumania en este tiempo todavía estaba bajo el régimen de Ceausesco, y no hubiera visto con buenos ojos este tipo de búsqueda de contactos. Y la chica que había mandado el anuncio es ahora una organista conocida:
Ursula Philippi.
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La primera carta de Roswitha. Ambas teníamos 13 años. La escribió hace casi exactamente 43 años. |
Después de varias semanas más, llegó otra carta. Ahora de una jóven con el nombre de Roswitha Niedermaier. Resultó que ella pertenecía a la minoría alemana en Rumania, los sajones de Siebenbürgen o Transilvania. Tenía una madre que era maestra, un padre botánico, y una hermana menor. Simpatizamos y nos escribimos durante varios años, ahora sí por correo normal. La carta más larga que le escribí en una ocasión fue de 34 páginas.
En el verano de 1972 - yo tenía 16 años - la fui a visitar. En este entonces, me pareció normal viajar sola a un país que se encontraba detrás de la “cortina de hierro” y que además era pobre, para visitar a alguien a quien no conocía personalmente. Mis padres discutieron conmigo un poco, querían saber los detalles, pero no se opusieron. ¿Esto sería posible actualmente? ¿A pesar de que los peligros reales probablemente son menores y las posibilidades de comunicación mucho mejores? Cómo han cambiado las percepciones de riesgo en estos 40 años ...
Tuve que tomar un tren a Viena, y de allí a Rumania, vía Budapest en Hungría. Todo esto era nuevo para mí. Llegué a la estación de trenes de Braschov (o, en alemán, Kronstadt), en la madrugada. Me recogieron, me acostaron en el sofá de su salita, y me dormí un rato. Ellos tenían un pequeño departamento céntrico; no muy elegante ni grande, pero suficiente para las circunstancias. El siguiente día tuve que ir a registrarme con la policía, como era necesario en este entonces.
En las siguientes semanas fuimos a caminatas de varios días en los Montes Cárpatos, viajamos a la playa en el Mar Negro, en donde encontré una rana en mi cama en el cuarto de unos campesinos que habíamos rentado; conocí Bucarest, vi por primera vez paisajes realmente silvestres, pero también pobreza real y los mercados donde se compraba lo que había, no lo que se quisiera.
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Roswitha y yo, comiendo melón en la playa del Mar Negro en 1972. |
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Roswitha en Bukarest, frente al fuego olímpico; la estafeta de Grecia a Munich de las Olimpiadas de aquél año había pasado unos días antes. |
Nos dimos una vuelta gloriosa en Siebenbürgen (Transilvania), visitando a todos los parientes de la familia en las diferentes localidades con población alemana. Además, en cada iglesia probamos el órgano, o más bien Roswitha, que ya tocaba bien en ese entonces. También tuve varias pláticas largas con el padre de Roswitha, Klaus, un botánico muy entusiasta, quien me explicó varios aspectos de la ecología vegetal, del aprovechamiento de la vegetación y de biogeografía, que luego influyeron mucho mi vida posterior.
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En Transilvania en 1972 había varios centros importantes de población étnica alemana, como aquí en Hermannstadt (Sibiu). Posteriormente, la mayor parte de esta población migró a Alemania. |
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Esto es la muralla medieval de la ciudad. |
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Una de las características de la región alemana era la existencia de iglesias fortificadas. Los sajones de origen alemán habían sido invitados originalmente a la región por los reyes de Hungría en el siglo 13, con el propósito de proteger la región de las incursiones de los ottomanes y los pueblos orientales. Esto es la iglesia fortificada de Prejmer (Tartlau); cada familia tenía un cuarto para vivir y otro para las provisiones. |
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Pero los alemanes no solo vivian en ciudades - también eran agricultores en pueblos como este (Probstdorf o Tarnava). |
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En este entonces (1972) todavía se podian observar el uso de trajes típicos en algunos pueblos, como aquí en Sura Mare (Gross Scheuern) después de la misa. |
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Roswitha en el órgano de una de las iglesias que visitamos en 1972. |
Seguimos en contacto con cartas después de mi regreso a Alemania. Por una recomendación de Klaus me hice miembro de una asociación de ecólogos vegetales y fui a sus reuniones anuales.
Poco después, él desarrolló un problema cardíaco, que no pudo ser tratado en Rumania, así que le dejaron emigrar al occidente. Inició un calvario burocrático de varios años para la familia, hasta que también pudieron emigrar, primero la madre, más de un año después las hijas, en este entonces todavía menores de edad.
Tuvieron que volver a construir una vida en este país familiar, pero extraño, que era la República Federal de Alemania. Ellos eran alemanes étnicos, pero con una cultura propia desde hace 600 años, con un ámbito cultural muy acogedor, pero restringido. Lo lograron. Las dos hijas tuvieron excelentes promedios en la escuela. La madre obtuvo su acreditación como maestra en Alemania, después de mucha batalla; Roswitha estudió letras alemanes y música, su hermana medicina.
Nunca vivimos en la misma ciudad. A veces pasaban meses sin contacto, pero siempre estaba allí esta seguridad de tener una amiga. Ella estudiaba en Munich, yo en Bonn. Nos visitamos ocasionalmente. Hicimos un viaje memorable a Praga en 1976, y otro a Berlin.
Luego yo fui a México, ella obtuvo una plaza como maestra de preparatoria (“Gymnasium”) en Berlín. Se casó con otro músico - ahora se llamaba Roswitha von Kieseritzky según el costumbre alemán - y tuvo un hijo; yo me casé con otro biólogo, tuve dos hijos. Nos escribimos, nos hablamos, nos visitamos muy ocasionalmente; en los últimos años, cambiamos al correo electrónico.
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Roswitha con mi hija, en 1984 |
Me visitó en México en 1991, fuimos a ver los cactus en Tehuacán, y vivimos el eclipse del sol de este año en la zona arqueológica de Tenango en el Valle de Toluca. Ella organizó un intercambio escolar para mi hija.
Cuando yo andaba en Alemania para ver a mis padres, también la visitaba a ella. Su esposo heredó una casa grande pero en mal estado en sur de Berlín, la cual requirió mucha inversión de dinero, tiempo y esfuerzo para repararla, pero en el fin ella tuvo una vida medioclasera muy agradable y satisfactoria. Era maestra con gusto y respetada, muy activa en el ámbito musical de la escuela y la ciudad. Pero, en 2006 murió su esposo de cáncer del pulmón, a pesar de que nunca había fumado.
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Roswitha en el jardín de su casa (2010) |
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Cortando papel para un trabajo escolar (2001) |
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Tenía una casa llena de libros, instrumentos musicales y plantas. |
Desde hace varios años habíamos hablado de la posibilidad de que vuelva a México, esta vez también para tomar un curso intensivo de Español. En invierno de 2009 estuvimos haciendo planes concretos para el verano siguiente; habiamos conseguido algo de información sobre escuelas en Cuernavaca. Pero no se sintió muy bien y lo pospusimos para el siguiente año.
En marzo de 2010 llegó la noticia que estaba en el hospital debido a problemas de lo que luego se diagnosticó como un cáncer peritoneal, con poca perspectiva de curación. Hay que notar que en este mismo tiempo, su madre, Brigitte, ya estuvo batallando con un cáncer cerebral, de lo cual
falleció en el fin del mismo año.
En el verano de 2010 tuve oportunidad para visitarla alrededor de una semana, que ambas disfrutamos mucho. Hicimos salidas de campo - ella todavía podía caminar un poco, aunque no mucho - y platicamos de las cosas que disfrutamos - la naturaleza, la música, libros, los hijos. En el verano de 2011 ya estaba mucho más débil y viviendo con su hermana, la médica. La pude ver brevemente. Claro, hablamos por teléfono y nos escribimos. Ella estaba agradecida que había tenido buena oportunidad para despedirse de sus amigos y parientes, y tenía una fortaleza y resignación admirable, intentando disfrutar lo mucho o poco que el cuerpo todavía permitía. Desde la diagnosis de su enfermedad, tuvo visitas casi continuas de sus amigos, parientes, colegas y estudiantes.
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El valle del río Oder - la frontera entre Alemania y Polonia (2010) |
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Roswitha descansando en esta salida; se observa la arena del suelo de origen aluvial. |
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Salida al Spreewald o bosque del Spree, una región pantanosa y protegida, que se puede recorrer de manera de las trajineras de Xochimilco (2010). |
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Paisaje cerca de Berlin (la planta con flores amarillas en el primer plano es Tanacetum vulgare) |
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Roswitha con un ramo de flores silvestres |
¿Que es la amistad? ¿Es la confianza? ¿Es la ayuda para abrir puertas a nuevas vivencias? ¿Es poder compartir un silencio cómodo? ¿Es la atención y ayuda de uno al otro? ¿Es la admiración mutua? ¿Es el cimiento de la vida? No lo sé. Lo que sí sé es que ella fue una amiga.
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Roswitha, dos meses antes del fin de su vida. La foto fue tomada por su hermana. |
La última semana de su vida ingresó a un hospicio donde también su madre había pasado sus últimos días. Allí falleció el 24 de noviembre de 2011.
Termino con algunas fotos de flores de primavera que ella me mandó en los últimos dos años (también le gustaba la fotografía).
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Anemone nemorosa, una hierba común en los bosques de haya, temprano en primavera. |
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Adonis vernalis, una de las primeras flores en sitios secos y relativamente rara. |
Vaya!
ResponderEliminarQue historia!
Saludos Dra.
Hermosa vivencia, hermoso relato. Gracias.
ResponderEliminarNo había leído esta historia Dra. Heike. Me ha hecho llorar, su corazón está impreso entre las letras y las fotografias. La aprecio y admiro mucho y le mando un cálido abrazo desde San Luis Potosí. Mané
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